DESDOBLAMIENTO INVOLUNTARIO
PERO CONSCIENTE
El sujeto es un joven de unos treinta años, artista grabador de gran talento.(1)
1 Dr. Gibier, Analyse des Choses.
“Hace
pocos días —me dijo— regresaba a mi casa, por la noche, hacia las diez,
cuando me sobrecogió un sentimiento de laxitud extraño que no me
expliqué. Decidido, sin embargo, a no acostarme en seguida, encendí la
luz y la dejé sobre la mesa de noche, cerca de mi cama. Tomé un cigarro y
lo encendí, di algunas chupadas y me tendí en una butaca.
“En
el momento en que me tendí, recostándome para apoyar la cabeza sobre el
cojín, sentí que los objetos que me rodeaban daban vueltas; experimenté
como un aturdimiento, una sensación de vacío; luego, bruscamente, me
encontré transportado en mitad del cuarto. Sorprendido de aquel
desplazamiento del que no había tenido conciencia, miré en derredor mío y
mi asombro creció considerablemente al verme separado de mi cuerpo.
“Ante
todo, me hallé tendido apaciblemente, sin rigidez; sólo mi mano
izquierda se encontraba elevada sobre mí, con el codo apoyado y
sujetando en la mano el cigarro encendido, cuyo resplandor se veía en la
penumbra producida por la pantalla de mi lámpara. La primera idea que
se me ocurrió fue la de que, sin duda, me había dormido y que lo que
experimentaba era el resultado de un sueño. No obstante, me confesé que
jamás había tenido uno semejante, ni que tanto se asemejase a la
realidad como aquel. Diré más.
Tuve
la impresión de que nunca había estado tanto en la realidad. Así,
dándome cuenta de que no podía tratarse de un sueño, el segundo
pensamiento que se presentó de súbito a mi mente fue que yo estaba
muerto. Y, al mismo tiempo, recordé haber oído decir que hay espíritus y
me imaginé que me había convertido en uno de ellos.
Todo
lo que sabía sobre este asunto se desarrolló extensamente, en menos
tiempo que es preciso para pensarlo, delante de mi vista interior.
Recuerdo muy bien que me sobrecogía una especie de angustia y de pesar
por las cosas inacabadas; la vida se me representó como una fórmula...
“Me aproximé a mí, o más bien a mi cuerpo, o a lo que yo creía era mi
cadáver.
Un
espectáculo, que de momento no comprendí, llamó mi atención; me vi
respirando; pero, además, vi el interior de mi pecho; mi corazón latía
débilmente, pero con regularidad.
En
aquel momento comprendí que debía tener un síncope, como los que no
recuerdan lo que les ha sobrevenido durante su desvanecimiento. Y
entonces temí no acordarme de lo que me estaba ocurriendo, al recobrar
los sentidos. “Sintiéndome un poco tranquilizado, dirigí la mirada a mi
alrededor, preguntándome cuánto tiempo iba a durar aquello; luego no me
ocupé más de mi cuerpo, del otro yo, que descansaba en la butaca.
Miré mi lámpara, que continuaba ardiendo silenciosamente, y me hice la siguiente reflexión: que estaba muy cerca de
mi cama y podía comunicar el fuego a las cortinas; cogí la llave de la
mecha para apagarla, pero, nueva sorpresa para mí; sentía perfectamente
la llave con su muelle; percibía, por decirlo así, todas sus moléculas,
pero en vano la hacía girar mis dedos; éstos sólo ejecutaban el
movimiento, era inútil ejercer presión sobre la llave.
“Me
examiné entonces a mí mismo, y vi que aunque mi mano pudiese pasar a
través de mí, sentía bien el cuerpo, que me pareció, si mi memoria sobre
este punto no me es infiel, como revestido de blanco.
Después
me coloqué delante del espejo, frente a la chimenea. En lugar de ver mi
imagen reflejada en el cristal, me di cuenta de que mi vista parecía
extenderse a voluntad, y la pared, después la parte posterior de los
cuadros y de los muebles de casa de mi vecino, y seguidamente el
interior de su aposento, aparecieron a mi vista.
Me
di cuenta de la falta de luz en aquellas piezas en las que, sin
embargo, veía, y distinguí muy claramente como un rayo de claridad que,
partiendo de mi epigastrio, iluminaba los objetos. “Me vino la idea de
penetrar en casa de mi vecino, a quien, por otra parte, no conocía, y
que estaba ausente de París en aquel momento. Apenas tuve deseos de
visitar la primera pieza, cuando me encontré transportado, ¿cómo? No lo
sé, pero me parece que debí atravesar la pared con la misma facilidad
que mi vista la penetraba.
En
una palabra; estaba en casa de mi vecino por primera vez en mi vida.
Inspeccioné los cuadros, me grabé su aspecto en la memoria, y me dirigí
hacia la biblioteca, en la cual observé, muy particularmente, varios
títulos de obras colocadas en la misma hilera a la altura de mis ojos.
“Para
cambiar de lugar, no tenía más que quererlo, y sin es fuerzo, me
encontraba en el sitio adonde quería ir. “A partir de aquel momento, mis
recuerdos son muy confusos;
“Lo
que puedo añadir, para terminar, es que me desperté a las cinco de la
mañana, rígido, frío, sobre el sofá y teniendo aún el cigarro sin
terminar entre los dedos. La lámpara estaba apagada; se había hacinado
el tubo.
Me
metí en la cama, sin poder dormir, y me sentí agitado por un
escalofrío. Por fin me vino el sueño; cuando me desperté era pleno día:
“Mediante una inocente estratagema, induje a mi portero a ver la
habitación de mi vecino, y subiendo con él pude ver los cuadros en su
sitio, lo mismo que los muebles, así como los libros que había observado
atentamente; todo lo que yo había visto la noche precedente. “Me guardé
bien de hablar de esto a nadie, por el temor de pasar por loco o
alucinado.”
Este
relato es eminentemente instructivo. Primero prueba que esta
exteriorización del alma no es resultado de una alucinación o recuerdo
de un sueño, porque la visión de la habitación vecina, que el grabador
no conocía, y en la cual ha penetrado por primera vez durante este
estado particular es perfectamente real. En segundo lugar, comprobamos
que el alma, cuando está desprendida del cuerpo, posee una forma
definida y el poder de pasar a través de los obstáculos materiales, sin
experimentar resistencia, bastando su voluntad para transportarla al
lugar en que desea encontrarse. En tercer lugar, tiene una vista más
penetrante que en el estado normal, puesto que el joven veía latir su
razón a través de su pecho.(1)
(1) ¿No es comparable esta visión a la de los sonámbulos? ¿Y no tenemos razón al atribuirla al alma?
La
conservación del recuerdo de los acontecimientos sobrevenidos durante
el desdoblamiento es en este caso muy clara; pero puede ser mucho menos
viva, y entonces el agente, al despertarse, no sabrá si ha soñado, o si
su alma ha abandonado su envoltura física; en fin, lo más frecuente es
que el espíritu olvide, al entrar de nuevo en su cuerpo, lo que ha
pasado durante el desprendimiento.
Hay
que guardarse bien de deducir —como se hace demasiado frecuentemente—
que esta salida es una manifestación inconsciente del alma; la verdad es
que es sencillamente la memoria de este fenómeno la que ha
desaparecido; pero mientras se ejecutaba, el alma tenía perfecto
conocimiento de él.
Hagamos
una última observación a propósito de la imposibilidad para el joven
grabador de dar vueltas a la llave de su lámpara, por más que percibía,
por decirlo así, su textura íntima. Esta impotencia, que es común a
todos los espíritus, depende de la rarefacción del periespíritu; pero
puede suceder también que, gracias a un influjo de energía tomado del
cuerpo material, la envoltura fluídica adquiera un grado suficiente de
sustancialidad para obrar sobre objetos materiales.
La
aparición de la madre de Elena tenía esta sustancialidad. Parangonando
este relato con el de Cromwell Varley, se comprueba claramente que el
alma desprendida del cuerpo goza de las ventajas de la vida espiritual.
No son teorías; es la comprobación pura y simple de los hechos. Hasta
ahora las apariciones, llamadas telepáticas, de que acabamos de hablar,
no han revelado nada acerca de su naturaleza íntima; salvo los
movimientos que ejecutan y las puertas que parecen abrir y cerrar a
voluntad, se las tomaría por seres verdaderamente inmateriales.
Gabriel Delanne
Extraído del libro "Alma inmortal"
Extraído del libro "Alma inmortal"
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