EXTRAÍDO DE FLAMA ESPÍRITA ÓRGANO DE DIFUSIÓN DEL CENTRO BARCELONÉS DE CULTURA ESPÍRITA. EN LA FOTO JOSEPH CASANOVAS LLARDENT, AUTOR DE LA PRESENTE RESEÑA Y FUNDADOR DEL CENTRO.WWW.CBCE.INFO
La Iglesia Católica se rectifica en relación a Galileo y Darwin
Publicado en F.E. 83 – Octubre/Diciembre 1996
INTRODUCCIÓN
En
el Boletín anterior núm. 82, y al final del artículo “Filosofía
Monista”, manifestamos que seguiríamos con el Tema a través del
pensamiento del teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin.
Sin
embargo, cuando ya teníamos desarrollado su planteamiento, nos ha
sorprendido una noticia de la Prensa de finales de octubre sobre la
Iglesia Católica en relación a Charles Darwin (a quien aludimos
precisamente en el artículo anteriormente citado, en la Nota sobre El Libro de los Espíritus añadida al final del mismo).
Desde
luego, cualquier posición dogmática de la Iglesia Católica, o de
cualquier otra Religión, nos tiene sin cuidado, valga la expresión; es
decir: no nos afecta en absoluto; no decimos que no nos interese su
“conocimiento doctrinario”, sino que no nos atañe; en cambio sí que nos
concierne conocer la posición de tal o cual sector espiritista.
Ahora
bien, los artículos publicados en la prensa nos han venido como anillo
al dedo en el tema “Evolución”. Por ello, posponemos el artículo sobre
Theillard de Chardin para un próximo número, dando prioridad, en éste, a
dos artículos publicados en “La Vanguardia”, de Barcelona, los días 24 y
26 del pasado mes de octubre.
Pero
antes de entrar en su desarrollo, retrocederemos algo en la Historia
(400 años) para referirnos al más grave, seguramente, de los conflictos
habidos entre la Ciencia y la Religión. [1]
Y aunque todo ello no corresponda a la temática concretamente espiritista, esperamos que sea del interés de nuestros lectores.
I.- EL SISTEMA ASTRONÓMICO DE COPÉRNICO (siglos XVI y XVII)
Hasta
finales del siglo XV y principios del XVI, se había creído que la
Tierra era una superficie llana (…) y que los “astros” salían por un
lado y se ocultaban por el otro (…) sin más explicaciones. “En el
principio creó Dios los cielos y la tierra” (El Génesis, cap. I, vers. 1).
Pero
a principios del siglo XVI quedó demostrado el hecho de que la Tierra
no era una “superficie llana”, de extensión indeterminada, sino una
“esfera” a la que podía darse la vuelta: la vuelta al “mundo”.
Demostrado
que la Tierra era una esfera, se creyó que los “astros” daban vueltas a
su alrededor (el Sol, la Luna, las estrellas…) (…) como parecía a
simple vista (…) Era una explicación que ya venía de antiguo: el sistema
de Ptolomeo, matemático, astrónomo y geógrafo griego, del siglo II.
Ello no alteraba el concepto de que la Tierra era el Centro de la
Creación.
Sin
embargo, desde la antigüedad ya se hablaba, también, de otra “teoría”;
pero esa teoría no tomó cuerpo hasta el siglo XVI, con Copérnico y
Galileo.
A) NICOLÁS COPÉRNICO (1473-1543)
Astrónomo, nacido en Thorn (Polonia), a la vez canónigo de una diócesis.
Hacia el año 1507, Copérnico terminó su libro Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes,
en el que presentaba la teoría -como ya hemos dicho, enseñada
antiguamente- de que la Tierra no era el Centro del Universo -o el
Centro de la Creación, como quiera llamarse-. Sino un “planeta” que daba
vueltas alrededor del Sol, como los “otros planetas”.
Sin
embargo, previendo Copérnico las dificultades que su teoría le
plantearía con la Iglesia, se abstuvo de publicar su libro durante
treinta y seis años. Pero a instancias de astrónomos amigos y de alguna
jerarquía eclesiástica, en especial del cardenal Schomberg, se decidió a
publicarlo a primeros del año 1543; atacado al poco tiempo de un ataque
de apoplejía, el primer ejemplar le fue presentado ya en su lecho de
muerte, ocurrida el día 24 de mayo de aquel mismo año; apenas pudo darse
cuenta de ello.
La
suerte del libro fue la que había temido: el Tribunal de la Inquisición
(instituido trescientos años antes) lo condenó como herético, y la
Sagrada Congregación lo incluyó en el “Index” de Libros Prohibidos, por
ser “falsa doctrina en todo contraria a las Sagradas Escrituras”.
Pero este libro cambió la faz de la Ciencia; y estableció de manera incontestable la teoría del sistema heliocéntrico
(el Sol en el centro); el “sistema” demostraba, a la vez, que la
distancia a las estrellas llamadas “fijas” era extremadamente grande, y
que la Tierra era un punto en la inmensidad del “cielo”, aunque en aquel
entonces, Copérnico no podía tener idea de las “magnitudes siderales”.
Con todo ello, el versículo bíblico: “Dios creó los “cielos” y la Tierra”, quedaba sin sentido.
B) GALILEO GALILEI (1564-1642)
Astrónomo y físico, nacido en Pisa (Italia).
Si
el libro de Copérnico podía considerarse, en extremo rigor, como
solamente la presentación de una “hipótesis”, basada, eso sí, en
múltiples y determinadas observaciones del Cielo (tanto suyas, como de
sus predecesores, desde la antigüedad), la hipótesis pasó a “hecho
comprobado” por las posteriores observaciones de Galileo, que nació
veintiún años después de la muerte de Copérnico.
Aquí
hay que intercalar, que en 1608 el holandés Lippershey descubrió que,
mirando a través de dos lentes combinadas de cierto modo, se aumentaba
el tamaño de los objetos lejanos: había inventado el anteojo.
Al
año siguiente, Galileo, que ya gozaba de gran prestigio, se construyó
su propio anteojo, introduciendo mejoras en el esquema inicial de
Lippershey; con ello consiguió mayores ampliaciones. A partir de aquel
momento, y en sus continuas observaciones astronómicas, fue descubriendo
más y más detalles: vio que la Luna tenía valles y montañas que daban
sombra, como en la Tierra; y en cualquier dirección que mirase fue
descubriendo estrellas y estrellas, que antes eran invisibles a simple
vista. En enero de 1610 descubrió cuatro pequeñas “estrellas” que
giraban alrededor de la conocida “estrella” Júpiter, visible a simple
vista. Con ello comprendió, de forma decisiva, que ello representaba, en
miniatura, el Sistema de Copérnico, que de hipótesis pasó, repetimos,
al estado de “hecho”.
En
1616 fue citado por la Inquisición bajo la acusación de enseñar que la
Tierra giraba alrededor del Sol; se le obligó, bajo la pena de ser
encarcelado, a que no enseñase ni defendiese tal concepto, contrario a
las llamadas “Sagradas Escrituras”. Durante dieciséis años acató el
silencio que se le exigía; pero en 1632, ya casi septuagenario, se
atrevió a publicar su obra Sistema del Mundo. (Diálogos sobre los sistemas de Copérnico y Ptolomeo).
Fue
de nuevo citado ante la Inquisición; y de rodillas, con la mano sobre
la Biblia, le obligaron a abjurar de la “doctrina del movimiento de la
Tierra” (22/06/1633) [2]
No
obstante su abjuración, fue enviado a prisión perpetua; pero algún
tiempo después le condonaron la pena por lo que hoy llamaríamos “arresto
domiciliario”.
Murió diez años después de su condena, a los 78 años de edad (1642).
Sus obras fueron proscritas y puestas en el “Index” … donde han estado hasta 1992, como comentaremos más adelante.
Se dice que Galileo, después de su abjuración, exclamó golpeando el suelo “Eppur si muove!” (¡Pero se mueve!).
Bertrand Russell, en su obra citada en Nota (2), se expresa: “No
es verdad que después de recitar su abjuración dijese entre dientes:
“Eppur si muove!” Fue la gente quien dijo esto, y no Galileo”. Nosotros no quitamos ni ponemos. Sea como sea, verdad o leyenda … la frase se ha ido perpetuando.
II.- GALILEO, REHABILITADO POR LA IGLESIA CATÓLICA
De
esta rehabilitación formulada el año 1992 -o sea, trescientos cincuenta
años después de su muerte-, guardamos algunos recortes de prensa
(noviembre 1992).
En uno de ellos, “El Periódico”, de Barcelona (01/11/1992), a grandes titulares:
“LA IGLESIA ABSUELVE A GALILEO TRES SIGLOS DESPUÉS DE SU “PECADO””
Y en subtitulares:
“JUAN PABLO II CALIFICÓ AYER AL CIENTÍFICO DE “FÍSICO GENIAL” Y “CREYENTE SINCERO””
“EL INFORME DE REHABILITACIÓN DEL ASTRÓNOMO CONCLUYE 13 AÑOS DE INVESTIGACIONES”
Podríamos
preguntarnos de qué tipo de “investigaciones” se trataba … ¿o es que la
Iglesia había necesitado los “trece” últimos años para enterarse de que
Copérnico y Galileo tenían razón?
En otro periódico, “La Vanguardia”, Barcelona (11/11/1992), venía una Encuesta formulada en los siguientes términos:
- “¿Qué significa la rehabilitación de la figura de Galileo por parte de la Iglesia?”
Entre las contestaciones, había la de tres Profesores Universitarios:
- “Una modificación simbólica de una sentencia errónea ¡Lástima que hayan tardado más de tres siglos! …”
- “Un gesto simbólico para la propia Iglesia, pues Galileo no necesita rehabilitación” …
- “Lo que diga el Papa sobre Galileo no tiene relevancia” …
Todas
estas frases pueden aplicarse igualmente a la rehabilitación de Darwin
formulada en ese último Octubre de 1996, de la que trataremos
posteriormente.
III.- LA HIPÓTESIS DE LA EVOLUCIÓN BIOLÓGICA DE LOS SERES VIVIENTES
(Siglos XVIII y XIX)
A) BUFFON (George Louis Leclerc de) (1707-1789)
Naturalista francés.
Fue educado en los Jesuitas, en Dijon (Francia). En 1737, le nombraron miembro de la Academia de las Ciencias.
Poco después empezó a publicar sus Historias naturales,
obra que ocupó buena parte de su vida. En esa obra habla, quizás por
primera vez en la “historia”, de “restos fósiles de especies vivientes
extinguidas”.
En
este sentido es el pionero, o uno de los pioneros, de la Paleontología:
Ciencia que trata de los seres vivos que existieron en la Tierra hace
miles… millones de años.
En
aquella época, hablar de “especies desaparecidas” resultaba temerario,
puesto que no se concebía, entonces, que el mundo viviente hubiera sido,
en otro tiempo, distinto de como era.
Pero
además, contrariamente al “fijismo” de la época, Buffon consideraba que
estas “especies extinguidas” debían tener alguna relación con las
especies actuales. Y al establecer esta relación o continuidad, puso las
bases de la hipótesis del “Evolucionismo de las especies vivientes…”
Con
tal hipótesis se ganó la enemistad y correspondiente censura de las
autoridades eclesiásticas, que consideraban tal hipótesis “doctrina
contraria a las Sagradas Escrituras”, como antes ya se había considerado
la “hipótesis astronómica de Copérnico”.
B) LAMARCK (Jean Baptiste-Pierre-Antoine de Monet, Caballero de La Marck) (1744-1829)
Nació en Bazantin, pequeña aldea de Francia.
Hasta los diecisiete años estuvo en el seminario de los Jesuitas.
Tiempo después se aficiona por la botánica. Y en 1778, a sus treinta y cuatro años, publica su primera obra, titulada Flora francesa.
Georges
Buffon, a sus setenta años, conoce esa obra de Lamarck; entabla
relación con él, y le hace entrar en la Academia de Ciencias.
En 1809, con sesenta y cinco años, Lamarck publica su Filosofía Zoológica,
en la que expone en detalle su teoría de la evolución, que sostenía que
las especies derivaban unas de otras a consecuencia de transformaciones
anatómicas que obedecían a la “influencia del medio ambiente y a la
necesidad de adaptación a este medio.”
Murió cuando tenía ochenta y cinco años…, casi olvidado…
C) DARWIN (Charles Robert) (1809-1882)
Naturalista inglés.
Nació en Shrewsbury (Inglaterra), el 12 de febrero de 1809, el mismo año en que Lamarck publicó su Filosofía Zoológica.
Fue
el quinto de seis hermanos. Tanto su abuelo Erasmus Darwin (1731-1802),
como su padre, Robert Waring Darwin (1766-1848), eran médicos. Uno y
otro ejercieron sobre Charles gran influencia. Su abuelo escribió una
obra titulada Zoonomía o las leyes de la vida orgánica, obra que puede considerarse precursora de las ideas de su nieto.
A los diecinueve años fue enviado a Cambridge para estudiar la carrera de Teología, que terminó tres años después (1831).
En
aquel mismo año, Darwin se enteró de que el gobierno inglés estaba
preparando una expedición científica: un viaje alrededor del mundo en el
velero “Beagle” (vocablo que viene a significar: sabueso, búsqueda,…).
Darwin se enroló en la expedición como naturalista, la cual se hizo a la
mar el 27 de diciembre de aquel año de 1831.
El
viaje del “Beagle” duró cinco años, a través de los mares de América
del Sur y de las islas del Pacífico; todo ello sirvió a Darwin para
acumular datos y observaciones que serían positivos para la formulación
posterior de su teoría sobre la evolución de las especies, que culminó
con la publicación de El origen de las especies por medio de la selección natural
(1859). La primera edición, de 1.250 ejemplares, se vendió el primer
día; la segunda, de 3.000, se agotó en unos pocos días más.
Esta obra sirvió de aglutinante para crear un trabajo de equipo que hizo posible el “darwinismo” como sistema de ideas.
Entre
los amigos y colaboradores de Darwin hay que destacar al paleontólogo y
biólogo: Thomas Henry Huxley (1821-1895), principal difusor del
“darwinismo”; y, entre otros más, el geólogo Charles Lyell (1797-1875).
En
esa obra Darwin evitó cualquier referencia directa a un origen común de
animales y hombres. Sin duda preveía la oposición religiosa, como
doscientos años antes se había hecho a Copérnico y a Galileo; pero su
prudencia no evitó la violencia intelectual desencadenada por los
creyentes religiosos en una “creación especial divina del hombre”,
contra los “evolucionistas”.
Las
controversias más fuertes entre “creacionistas” y “evolucionistas”
pueden situarse en junio de 1860, en el Congreso de la “British
Association”, de Oxford. En un determinado momento, el obispo Wilberfore
atacó a los defensores del “darwinismo”, acusando a la doctrina de ser
inmoral y anticristiana. Thomas Huxley le respondió: “… Si yo
tuviera que escoger a mi padre entre un mono cualquiera y un hombre que
denigra con sus palabras a un sabio preocupado toda su vida por el
progreso de la verdad, preferiría ser el hijo de un humilde simio” [3]
No fue hasta 1871 que Darwin decidió la publicación de su pensamiento más concreto sobre el origen del hombre: La descendencia humana,
obra en la que presentó el hombre como descendiente de los “primates”.
Ello renovó las pasiones en su contra de los “creacionistas”; pero la
suerte ya estaba echada… aunque hasta 1996 no se haya “rehabilitado” a
Darwin.
Charles Darwin murió en Down (Beckenham), el 19 de abril de 1882, a los setenta y tres años de edad.
*
Y
hay que mencionar que otro naturalista inglés se mezcló de manera
especial en la vida científica de Darwin, específicamente entre 1855 y
1858: Alfred Russell Wallace.
D) WALLACE (Alfred Russel) (1823-1913)
Nacido en Usk (Inglaterra). Fue uno de los fundadores de la Geografía Zoológica y Miembro de la Sociedad Real de Londres.
Nació
catorce años después de Darwin. De origen modesto, Wallace tuvo que
trabajar duro para hacerse naturalista. Con grandes sacrificios viajó
por el río Amazonas (el más caudaloso del mundo, en Sudamérica) y por el
Archipiélago Malayo (Sudeste de Asia).
Sus
estudios sobre la rica fauna y flora que observó en sus viajes le
llevaron a publicar, en 1855, un artículo afirmando el parentesco de las
especies animales actuales con las más antiguas; y con ello la teoría
de la evolución de las especies. Todo ello con total independencia de
las investigaciones y estudios de Darwin.
La publicación de ese artículo dio inicio a una cierta correspondencia entre Darwin y Wallace.
En
1858, Wallace envió a Darwin, interesando su opinión, el manuscrito de
un segundo artículo en el que describía con más detalle sus ideas en
relación al origen de las especies. A la recepción de ese artículo,
Darwin se quedó estupefacto al comprobar que allí estaban las mismas
ideas en las que venía trabajando desde hacía más de veinte años. Si
aquel artículo salía antes que el libro que él estaba preparando, la
prioridad científica podría corresponder a Wallace.
Las
buenas gestiones y relaciones del geólogo Charles Lyell (ya citado),
lograron que ambos biólogos (Darwin y Wallace) presentasen a la vez sus
escritos en The Linnean Society of London: el artículo de Wallace y un
resumen de las ideas de Darwin. Pero Darwin ya no pudo dejar de
dedicarse intensamente a su Obra; y en un año de trabajo laborioso la
concluyó. Y el 24 de noviembre de 1859, cuando Darwin ya tenía medio
siglo de existencia, apareció El origen de las especies.
Alfred
Russel Wallace, que sobrevivió a Darwin treinta años (1882-1913), nunca
pretendió eclipsar la memoria de Darwin; al contrario, fue un
divulgador de su obra.
En
algunos medios de divulgación científica, el autor de esta reseña ha
leído, en el tiempo, que solamente se debe a circunstancias secundarias
que se hable de “darwinismo” y no de “wallacismo”.
**
Aunque
sea apartarnos del tema en concreto, no podemos dejar de mencionar que
Russel Wallace, en el transcurso de su vida, entró en el campo del
espiritismo. Publicó algunas obras: The Scientific Aspect of the Supernatural (1866), On Miracles and Modern Spiritualism (1875).
En
España se divulgaron estas obras en el volumen Defensa del Espiritismo
Moderno, publicado por el “Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos”
(Barcelona, 1891). Dicho volumen contiene un Prefacio del autor
(diciembre 1874) y tres artículos: I.- Contestación a los argumentos de
varios autores contra los “milagros”. II.- Lo sobrenatural bajo el punto
de vista científico. III.- Una defensa del Espiritismo moderno. Y un
corto Apéndice.
Esta
edición lleva un extenso Prólogo de Antonio Torres-Solanot, uno de los
principales espiritistas de aquella primera época. De ese Prólogo
(“Importancia del Espiritismo”), ya transcribimos varios fragmentos en
uno de los primeros números de Flama Espirita, hace catorce años. (F.E.
núm. 8, Julio/Agosto 1982).
IV.- CHARLES DARWIN, REHABILITADO POR LA IGLESIA CATÓLICA
“EL PAPA ADMITE LA VALIDEZ DE LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN, UN SIGLO DESPUÉS DE DARWIN”
“La Vanguardia”, Barcelona, 24/10/1996
“DARWIN, REHABILITADO POR LA IGLESIA”
“La Vanguardia”, Barcelona, 26/10/1996
en citación, a su vez, de
“Le Monde”, París, 25/10/1996
De estos dos artículos transcribiremos algunos fragmentos. (El resaltado en negrita es nuestro).
- “Los teólogos de la época de Darwin rechazaron las teorías evolucionistas sobre el origen del hombre por considerar que atacaban las bases de los dogmas de la creación y del pecado original; así como la doctrina del Génesis” (L.V., 24/10/1996).
- “Contra la propagación de las tesis evolucionistas, la Iglesia ha defendido desde hace tiempo una lectura puramente literal e histórica del relato de la Creación, contenida en los primeros capítulos bíblicos del Génesis” (L.V., 26/10/1996).
¿Desde hace tiempo?... Desde siempre,
hay que decir; es precisamente desde hace poco tiempo, a partir de
primeros del siglo XIX, que la Iglesia -por la fuerza de las
circunstancias-, ha tenido que ir aceptando la interpretación “no
literal” de algunos textos bíblicos. Así, cuando la Geología planteó la
“antigüedad de la Tierra”… los “seis días de la Creación” se han
interpretado como “seis periodos”. [4]
Sin
duda, los límites de la antigüedad de la Tierra –como tantos otros
límites-, han sido sobrepasados en mucho, en lo que se podría haber
pensado en aquellos tiempos del siglo XIX.
Y
todo se ha ido escalonando. Y de la “antigüedad de la Tierra”, se pasó a
la “antigüedad del hombre” (unos seis mil años, a tenor de la
cronología bíblica)… y a la “Teoría de la evolución biológica de las
especies”… y más allá.
- “Hasta el pontificado de Pío XII -(marzo 1939/octubre 1958)-, el evolucionismo (formulado por Charles Darwin en 1859), había sido absolutamente rechazado por la Iglesia Católica y las obras de su “padre” relegadas al Índice de Libros prohibidos.” (L.V., 24/10/1996).
- No fue hasta finales de su Pontificado que hubo, “el primer reconocimiento de la validez de la teoría de la evolución, contenida en la encíclica “Humani generis”. En ella Pío XII consideraba la obra de Darwin “digna de una investigación y una reflexión profundas, al igual que la hipótesis opuesta.” (L.V., 24/10/1996).
La “hipótesis opuesta” no necesita “reflexión profunda”: era, simplemente, el texto bíblico.
- “Después de la rehabilitación de Galileo en 1992 -350 años después de su muerte-, el Papa acaba de dar un gran paso en materia de reconocimiento de las teorías del “evolucionismo”, que, en el siglo XIX, gracias a Lamarck (1809) y a Darwin (1859), transformaron las ideas y los conocimientos sobre el origen del hombre.” (L.V., 26/10/1996).
- “Juan Pablo II admitió ayer en nombre de la Iglesia que la teoría de la evolución de las especies es “más que una hipótesis” válida siempre que no se haga de ella “una interpretación exclusivamente materialista.” (L.V., 24/10/1996).
Si la teoría de la evolución de las especies, o cualquier otra teoría, es más que una hipótesis,
las derivaciones y conclusiones que se hagan de ella –tanto por parte
“materialista” como “espiritualista”-, no dependen del criterio del
Papa, que solamente pueden tener en cuenta los creyentes católicos. Para
los demás, ello no tiene relevancia, como ya se dijo
en la prensa cuando el Pontífice “rehabilitó a Galileo” hace cuatro
años, o como ahora que ha rehabilitado a Darwin.
V.- LA IGLESIA Y LA EVOLUCIÓN ORGÁNICA
Tanto
Charles Darwin como sus predecesores, se refirieron a la “evolución
biológica”, sin ninguna connotación espiritualista. Por ello los
científicos “materialistas” no tuvieron ningún problema en considerarla y
aceptarla.
Pero
los teólogos cristianos se encontraron, desde el primer momento, con
una problemática a la vista, en cierta manera mayor que la provocada por
los descubrimientos de Copérnico y Galileo, tres y dos siglos antes,
respectivamente. (1543: “Las revoluciones de los cuerpos celestes”; y 1632: “Sistema del Mundo”).
Al
rehabilitar ahora a Darwin -cuatro años después de haber rehabilitado a
Galileo-, Lucio Villari, catedrático de Historia de la Universidad
Sapienza di Roma, ha expresado:
“Una
cosa es imaginar el hombre creado por un soplo de Dios en un instante, y
otra cosa es pensar que sea el fruto de una lenta evolución. La Iglesia acaba de aceptar una visión crítica, dinámica, de la evolución” (“La Vanguardia”, 24/10/96; el resaltado es nuestro).
Hablar de la “evolución” de la forma orgánica, corpórea..... no era otra cosa que la que exponía Darwin en su teoría sobre “El origen de las especies...”
Y esta teoría -que podríamos llamar “Creación evolutiva” o “Evolución creadora”- [5], hace ya bastantes años que había sido aceptada por la Iglesia, aunque fuese de modo informal.
Y para hacerlo constar así en estas páginas, de un avalado “Manual de Apologética”
católica, de hace más de setenta años, versión original francesa
(1920), hemos entresacado los siguientes párrafos: (En este caso, todo
lo resaltado en negrita ya figura en el texto de la edición española de
referencia) [6]
Nº. 121.- Origen del cuerpo humano.
“A
este propósito, la cuestión que se plantea es la siguiente: El cuerpo
del primer hombre -considerado independiente del alma- ¿ha sido creado directamente por Dios? ¿o es fruto de la evolución, en cuyo caso se habría elevado por etapas sucesivas hasta la forma humana?
“Observemos, antes de pasar adelante, que esta cuestión no está definida por la Iglesia, y subsiste, por tanto, cierta amplitud y libertad para el debate entre los apologistas católicos.
“Ciertamente,
se dice en el cap. II (vers. 7, 21, 22) del “Génesis” que “Dios formó
el hombre del polvo de la tierra y le inspiró un soplo de vida”, y que
hizo a la mujer de una de las costillas de Adán.
“También es verdad, que la mayor parte de los Padres de la Iglesia han interpretado estas palabras en el sentido obvio de una creación directa de Dios, y que conforme a esta opinión tradicional, la Iglesia reprueba como temeraria la teoría de los evolucionistas católicos, según la cual Dios se habría limitado a tomar el cuerpo del animal más perfecto e infundirle el alma humana. Pero hay otra doctrina evolucionista más atenuada,
que no parece inconciliable con la opinión tradicional de la Iglesia;
es aquélla que profesa que Dios, para crear al hombre, se había servido
de un cuerpo organizado, completándolo y añadiéndole algunas perfecciones antes de introducir el alma en él.
“La tierra,
pues, de que habla el Génesis, habría sido en esta hipótesis un
organismo preparado poco a poco por un largo trabajo de evolución, y
acabado por una nueva y directa intervención de Dios”.
*
Esta doctrina que en 1920 no estaba definida por la Iglesia...., ahora viene a ser admitida más o menos formalmente.
Y
si antes no estaba definida y no parecía inconciliable con la
Iglesia... ¿a qué viene ahora, en 1996, una rehabilitación de Darwin
ciento catorce años después de su muerte?
En verdad:
“Lo
que diga el Papa sobre Darwin no tiene relevancia”, como no tiene
relevancia lo que dijo en 1992 sobre Galileo (“La Vanguardia”,
11/11/1992; en F.E. nº. 83, pág. 3).
*
Un inciso
Desde luego, esta doctrina evolucionista prehumana más atenuada se refiere solamente al cuerpo, hasta que por una nueva y directa intervención Dios introduce el alma en él, convirtiéndolo en ser humano, con cuerpo y alma, y no existiendo, después de la “muerte”, ningún tipo de “evolución espiritual”.
No hay que decir que esta doctrina evolucionista
no tiene nada que ver con la que postula el Espiritismo: la evolución
orgánica/anímica, biológica/espiritual, a través del proceso
reencarnatorio.
Esta evolución biológica/espiritual fue sintetizada por Kardec en el párrafo 607 de El Libro de los Espíritus,
y también en el párrafo 540 en un orden evolutivo más amplio. (Párrafos
que parcialmente hemos transcrito recientemente en Flama Espirita nº.
82: Filosofía Monista, pág. 6 y 5, respectivamente).
Pero no podemos dejar de mencionar que en algunos pocos párrafos que presenta Kardec, también presupone una nueva intervención de Dios en un determinado momento del proceso evolutivo.
Así es como en La Génesis, cap. VI, Párr. 19, se expresa:
“El
Espíritu no llega a recibir la iluminación divina (....) sin haber
pasado por la serie divinamente fatal de los seres inferiores, en los
cuales se elabora lentamente la obra de su individualidad. A partir de ese día es cuando el Señor imprime en su frente su augusto tipo y el Espíritu toma puesto entre las humanidades.” (El resaltado en negrita es nuestro).
Notemos este lenguaje “antropomórfico”, similar al de una nueva y directa intervención de Dios.
Sin embargo, a pesar de este lenguaje parecido, no hay ninguna duda
sobre el distinto contenido espiritual: En Espiritismo, el Alma sigue
evolucionando en “la humanidad” a través del proceso de la
Reencarnación.
Ahora bien: en ESPIRITISMO no hay Leyes Naturales y “Leyes (o Intervenciones) Divinas”.
LA LEY ES UNA.
VI.- CONSIDERACIONES FINALES A LA REHABILITACIÓN DE DARWIN
De “La Vanguardia”, Barcelona, 26/10/1996 (tomado de “Le Monde”, París, 25/X/1996):
“Las
consecuencias de esta rehabilitación pueden ser considerables. El
distanciamiento así tomado con la lectura fundamentalista de la Biblia
amenaza con afectar las estructuras de todo el edificio dogmático cristiano, fundado sobre el pecado original y la existencia del mal, que ha influido en nuestras mentalidades occidentales.
“Sin la noción de culpabilidad hereditaria, relacionada con el “primer hombre”, Adán, los dogmas centrales de la fe cristiana, como el pecado original y la redención, no son comprensibles.
“Ya que a partir del momento en
que se admite que el hombre no ha nacido gracias al toque del dedo de
Dios, sino que se desprende progresivamente de la animalidad, todas las formas de entender y comprender la existencia del mal en el mundo deben ser revisadas.” (Los resaltados en negrita son nuestros).
Léon Denis, el Apóstol del Espiritismo, en su Cristianismo y Espiritismo (1898) ya dejó escrito:
“Sin
el Dogma del Pecado original no se comprende la necesidad del Redentor.
Por esta razón nada es tan enseñado explícitamente por la Iglesia, como
la Caída de Adán y sus funestas consecuencias para todos sus
descendientes.” (cap. VII: Los dogmas, nota 1).
Sigue el comentarista de “Le Monde”:
“Para
redimirse de su retraso en relación a las exigencias planteadas por la
comunidad científica, la Iglesia se desdice de sus previas posturas,
creando una vertiginosa fosa a sus pies.”
¿La Iglesia se desdice de sus previas posturas?
En el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1992), un volumen de setecientas páginas, “escrito en orden a la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II” (10/1962-12/1965), con una Introducción de “Ioannes Paulus Pp II”, en el cap. “La Catequesis sobre la Creación” (párr. 282 y siguientes), no se habla de evolución en ningún sentido, ni figura dicho término en el Índice Temático.
Termina el comentarista:
“La
ciencia hoy ya no pretende poseer unos conocimientos universales de las
leyes cósmicas y fundamentar a partir de éstos todos los mensajes
éticos. La Iglesia por su parte, también progresa cuando deja de
privilegiar los dones de la revelación sobre la investigación científica
y cuando por fin reconoce a la ciencia como exigencia de toda cultura.”
*
Muy optimista nos parece esta consideración final.
El
camino de la Ciencia es, efectivamente, rectificar errores y
concepciones anteriores, al tiempo que presenta otras nuevas. Pero,
¿cómo puede rectificar “errores” una Revelación Divina... que todas las
Religiones pretenden ostentar en exclusiva? ¿Cómo puede rectificar
errores la “Infalibilidad del Papa”?
En una comunicación mediúmnica (Obras Póstumas, de Kardec), se expresa:
“La Iglesia.- París, 30/09/1863.
“Solamente
con una transformación absoluta podría vivir, pero ¿se amoldará a ella?
No, que tanto valdría que dejara de ser Iglesia. Para poder asimilarse
las verdades y descubrimientos de la ciencia, tiene que renunciar a los
dogmas que le sirven de fundamento (....)
“Está entre dos alternativas: transformarse o estacionarse.
“Si se transforma, se suicida; si se estaciona, sucumbirá a los embates del progreso.
Esta
comunicación mediúmnica tiene más de cien años..... y sin duda grandes
cambios se han producido. Pero indiscutiblemente muchos más habrán de
producirse.
*
En “La Vanguardia” de 26/11/1996, bajo el título de “El darwinismo todavía es polémico en EE.UU.”, un comentarista expresa:
“Darwin cambió la visión del mundo.
“Darwin ha vuelto a ser actualidad por su despenalización eclesiástica. ¡Ya era hora!
“De todas formas, ésta ha sido la bendición papal, pero ya había
recibido otras y muy autorizadas dentro del mundo eclesiástico.
“Lo lamentable es que el darwinismo todavía es polémico en los Estados
Unidos; en algunos estados norteamericanos no permiten que las teorías
de Darwin se expliquen en la escuela”.
Parece
mentira que incluso en Occidente, a casi finales del siglo XX, existan
todavía los llamados “fundamentalismos” o “integrismos religiosos”,
apegados a la letra de tal o cual “Palabra de Dios”.
VII.- APÉNDICE: Giordano Bruno (1548-1600)
Antes
que Galileo tuviera que abjurar (1633) de la “doctrina del movimiento
de la Tierra” -(el “Sistema de Copérnico”, que Galileo hizo pasar de
“hipótesis” a “hecho”)- , otro proceso había tenido lugar, treinta años
antes.
*
Giordano
Bruno, filósofo italiano nacido en Nola (Nápoles), en 1565, ingresó en
la Orden religiosa de los Dominicos; en 1575 se doctoró en Teología, y
en 1576 abandonó la Orden, acusado de herejía por algunas cuestiones
dogmáticas. Por ello se vio obligado a refugiarse sucesivamente en
Suiza, Francia, Alemania e Inglaterra; al final la Inquisición logró
apresarle en Venecia, donde estuvo encerrado seis años, siendo después
trasladado a Roma (1591).
Entre otros cargos, el más específico contra él era que había enseñado “la pluralidad de Mundos”.
Después de un proceso de ocho años, y por su negativa a retractarse, el Santo Oficio le condenó a ser quemado vivo. “Quizás temáis más vosotros dictar mi sentencia, que yo escucharla”, increpó a sus jueces. La sentencia se llevó a efecto en Roma, el 16 de febrero de 1600.
Entre sus obras: “La Causa Única de todas las cosas”, “De lo Infinito del Universo y de los Mundos”.
La
figura de Giordano Bruno ha sido llevada a la literatura, por el
escritor Morris West, en una obra teatral en verso bajo el título The Heretic (El Hereje, Editorial Pomares; Barcelona, 1969).
Del Prólogo de la obra, transcribimos su primer párrafo:
“En el Campo del Fiori, en Roma, se levanta la estatua de bronce de un
hombre. Su nombre: Giordano Bruno. La inscripción indica que fue erigida
en 1899, en el mismo sitio donde Bruno fuera quemado vivo por hereje,
300 años antes. Hay constancia de que, el día que se descubrió la
estatua, treinta mil personas se reunieron en la plaza para rendirle
homenaje, y que el papa León XIII (1878-1903) ayunó y promulgó una carta
pastoral condenando la conmemoración y el hombre conmemorado.”
*
En “La Vanguardia” de Barcelona, de fecha 7 noviembre 1992, en la Sección de “Cartas a los lectores”, había una en relación a la “rehabilitación de Galileo” y que, a la vez, complementaba con:
“¿Podemos esperar también la rehabilitación del dominico Giordano
Bruno, que fue quemado en Roma en 1600 por enseñar, entre otras
cuestiones, la pluralidad de mundos?.
“Con esas condenas, la Iglesia se sentenció a sí misma. Y acabó de
perder el tren en 1864 con la serie de “excomuniones” formuladas en el
“Syllabus” y ratificadas por el Concilio Vaticano I (1869/1870, Pío
IX)”, concilio que a la vez promulgó la Infalibilidad del Papa.
“La Iglesia de hoy, forzada por el progresivo desarrollo de la cultura,
pretende poner “parches” a sus grandes errores del pasado”. Parches como el Concilio Vaticano II (1962/1965) con su “Declaración sobre la Libertad Religiosa”.
“Pero los que somos básicamente librepensadores, y por ello no
aceptamos ni pretendidas autoridades divinas, ni infalibilidades, ni
imposiciones religiosas, directas o indirectas, no podemos dejar de
guardar memoria de la Historia”. ◙
[1] “Historia de los Conflictos entre la Religión y la Ciencia”, de John William Draper, médico, químico e historiador norteamericano de origen inglés (1811-1883).
(1ª. Edición 1873 … ó 1863, según alguna referencia. En Inglaterra alcanzó la vigésima edición).
(Edición española, Madrid, 1876; y otra más reciente en 1987/88).
[2] Léon Denis, en Cristianismo y Espiritismo, en Nota complementaria núm. 10, presenta un extracto del texto de la condenación. Más extenso en La Perspectiva Científica,
del filósofo inglés Bertrand Russell (1872-1970), profesor de Filosofía
en Cambridge (2ª. Edición 1949¸ Editorial Ariel, Barcelona, 1983).
[3] Cita tomada de Darwin y el darwinismo, de Marcel Prenant (Nouvelle Press, París 1940. Edición castellana: Editorial Grijalbo, Méjico, 1969).
[4] Remitimos al estudio y análisis que realizó Kardec en “La Génesis”… según el Espiritismo”, (1868), cap. XII, 1 a 12: Los seis días.
[5] Así tituló una de sus obras (“L’Evolution créatice”, 1907)
el filósofo espiritualista francés Henri Bergson (1859-1941), quien a
la vez se interesó viva y positivamente en la, en su tiempo denominada,
Ciencia Metapsíquica (desde 1930/35 llamada, más generalmente,
Parapsicología), habiendo sido nombrado en 1913, presidente de la
“Sociedad de Investigaciones Psíquicas”, de Londres (la célebre “Society
for Psychical Research”, cuyas iniciales (S.P.R.) son por muchos
conocidas.
En
el campo del espiritualismo escribió diversos ensayos y obras,
destinadas a justificar su teoría de la independencia de la consciencia
respecto del cuerpo.
Entre sus obras: Cerebro y pensamiento (1904), La Consciencia y la Vida (1911), El Alma y el cuerpo (1912), Fantasmas y vivientes (1931)....
Editorial
Políglota, Barcelona, 1936.- “2ª. edición española, acomodada a la
séptima edición francesa”. Lleva un Prólogo del Obispo de Arras (Mayo
1920) y el “Imprímase” del Obispo de Barcelona (1929).
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