CRISIS DE LA MUERTE
DÉCIMO CASO
ERNESTO BOZZANO
Lo tomo de la revista Light (1927, pág. 230).
El director de esta revista, Sr. David Gow, precedió la narración de este caso
de una breve nota, de la cual extraigo los retazos siguientes:
Los extractos que van a leerse, de los
mensajes mediúmnicos, fueron sacados de un largo relato que nos envió un
ministro anglicano de Nueva Escocia. El Espíritu comunicante fue, parece ser,
un conocido personaje americano, que ocupó, estando en la Tierra, un alto cargo municipal.
El medium, cuyo nombre se nos dio a conocer, es una distinguida señora, también
muy conocida, por lo elevado de su carácter y por la excelencia de sus
facultades mediúmnicas.
El Espíritu comenzó así: Deseo
comenzar mi relato, del día en que dejé mi cuerpo material en mi habitación de
Blankville. Veía cuan grande era el dolor que despedazaba el alma de mis hijos
y mucho me afligía el hallarme imposibilitado para dirigirles la palabra.
Súbitamente verifiqué que se operaba un
cambio en mí, que yo no comprendía bien. Fui presa de una extraña sensación,
que aunque completamente nueva, era un tanto análoga a la que una persona
experimenta cuando despierta repentinamente de un sueño profundo.
En el primer instante no comprendía nada,
dada la situación en que me encontraba. Poco a poco, sin embargo, fui
percibiendo el medio que me rodeaba. Me vi. tendido, tranquilo e inmóvil, en mi
lecho, circunstancia que me llenó de espanto, ya que estaba lejos de suponer
que había muerto.
Después de algún tiempo y cada vez más
despierto, percibí que mi difunta mujer se hallaba a mi lado, sonriéndome, con
una expresión radiante de ventura. Nuestro encuentro se daba después de una
larga separación. Fue ella la que me comunicó la aterradora noticia de que
estaba muerto y que ya me encontraba también en el medio espiritual.
Me
dijo que, ya desde hacía muchos días, velaba la cabecera de mi lecho, esperando
el momento de recibir a mi Espíritu y guiarlo hacia la morada celeste.
Me sentía cada vez más animado por una
vitalidad nueva, como si todas mis facultades entrasen en un período de gran
actividad, después del prolongado torpor en que me encontraba...
Era la sensación de una beatitud difícil de
describir... Me parecía que me había vuelto parte integrante del medio que me
rodeaba. Mi mujer me tomó entonces por las manos y, así unidos, nos elevamos a
través del techo del cuarto, subiendo hacia lo alto, cada vez más alto, por el
espacio afuera. Mientras tanto, aunque ya estuviese alejado del medio
terrestre, continuaba teniendo conocimiento de lo que sucedía en mi casa. Veía
a mi hija abrumada por el dolor.
Ese estado de alma parecía deslizarse como
una nube oscura, entre ella y yo; se insinuaba en mi ser, produciendo en él un
penoso sentimiento de torpor.
Deseo
que sepan que las crisis excesivas de dolor, al lado de los lechos mortuorios,
constituyen una inmensa barrera que se interpone entre los vivos, que se
abandonan a ellas, y el Espíritu del difunto por el que lloran.
Se trata de una barrera real e insalvable,
que no nos permite entrar en comunicación con los que se desesperan por nuestra
muerte. Más todavía: las exageradas crisis de dolor retienen presos en el medio
terrestre a los espíritus desencarnados, retrasándoles la entrada en el mundo
espiritual.
De hecho, es cierto, que con la muerte,
cesan obligatoriamente todas las relaciones entre los Espíritus desencarnados y
el organismo físico de los vivos, pero en compensación los Espíritus de los
difuntos se vuelven extremadamente sensibles a las vibraciones de los pensamientos
de las personas que les son queridas. Aconsejo, entonces, a los vivos que
pierdan alguno de sus parientes –cualquiera que pueda ser la importancia de la
perdida y del dolor correspondiente- a que, a toda costa, se muestren fuertes,
controlando toda manifestación de tristeza y presentándose con aspecto
tranquilo en los funerales.
Comportándose así, determinarán una
considerable mejoría en la atmósfera que los rodea, ya que la apariencia de
serenidad en los corazones y en los semblantes de las personas que nos son
queridas emite vibraciones luminosas que nos atraen como, en la noche, la luz
atrae a la mariposa.
Por otro lado, la tristeza da lugar a
vibraciones sombrías y perjudiciales para nosotros, vibraciones que toman el
aspecto de nubes tenebrosas que envuelven a aquellos que amamos. No dudéis de
que somos muy sensibles a las impresiones vibratorias que nos llegan, por
efecto del dolor de los que nos son queridos.
Nuestros “cuerpos etéreos” están,
efectivamente sintonizados en una escala vibratoria muy alta, que nada tiene de
común con la escala vibratoria de los “cuerpos carnales”...
Aquí no se usa la palabra para conversar.
Percibimos los pensamientos en los ojos de aquellos que conversan con nosotros.
Nuestro interlocutor, a su vez, percibe en nuestros ojos los pensamientos que
nos acuden. De este modo percibimos integral y perfectamente el significado de
los discursos de los otros, lo que no puede realizarse en la Tierra...
Cuando llegué al medio espiritual, tuve la
sensación de estar en mi casa. Parientes, amigos, conocidos vinieron todos a
recibirme; todos se alegraban conmigo, por haber, finalmente, llegado a puerto.
Era, pues, natural que hiciesen nacer en mí la impresión de estar en mi casa.
Para adaptarme al nuevo medio, me fue preciso menos tiempo, del que me sería
necesario en la Tierra,
para adaptarme a un cambio de residencia...
Aquí todos podemos obtener fácilmente los
objetos que deseamos: no tenemos más que pensar en ellos, para que los creemos.
En esas condiciones, debe comprenderse que nadie puede desobedecer el
mandamiento de Dios: “No desearéis lo que pertenezca a vuestro prójimo.”
Nada aquí se compra con dinero; ninguna cosa
puede haber que tenga valor, si no es para aquel que la creó, destinada a su
uso personal, por necesitarla. Cada uno se encuentra en condiciones de
conseguir para sí, queriéndolo, todo lo que su vecino posea. Bien entendido que
hablo solamente de objetos materiales de cualquier especie. Digo “materiales”
para hacerme comprender, ya que semejante calificativo no se adapta a las
creaciones etéreas...
Como se ve, en estos pasajes de la narración
que publicó Ligth, se encuentran las habituales concordancias, a propósito del
difunto percibir su propio cadáver en el lecho de muerte; de no saber que
murió; de verse con forma humana; de ser recibido por su mujer fallecida
anteriormente y por gran número de otros Espíritus, que él conoció y estimó
cuando vivo. Añade que, en el mundo espiritual, los Espíritus conversan por
medio de la transmisión del pensamiento y que, este último, es una fuerza
creadora, por la cual cada uno puede conseguir lo que necesite.
Falta, sin embargo, una alusión a la fase del
“sueño reparador”, por la que pasan los Espíritus, poco después de la muerte.
Tampoco se alude a otro hecho, tan frecuente en
los mensajes con los que aquí nos ocupamos, el de la “visión panorámica”, que
tiene el muerto, de todos los acontecimientos de su vida. Lo observo
simplemente, ya que, desde el punto de vista teórico, la omisión no presenta
ninguna importancia. Primeramente porque los difuntos que se manifiestan no
están obligados a dar una descripción completa de las circunstancias en que se
encontraron después de la muerte, Y además nadie afirma que los Espíritus deban
pasar todos por las mismas experiencias. Finalmente en la publicación de
Ligth no hay más que una reproducción
fragmentaria de los mensajes del espíritu que se comunicó; el director de la
revista en cuestión lo hace así saber a sus lectores...”por motivos de falta de
espacio, se suprimieron la mayor parte de las informaciones, ya muy conocidas
de los espíritas”. Es, por tanto, probable que entre las informaciones
suprimidas se encuentren las que acabamos de mencionar.
Otro punto interesante del mensaje que
acabamos de leer, es cuando el comunicante dice que el dolor exagerado de los
vivos, junto al lecho mortuorios de personas que les eran queridas, constituye
un obstáculo insalvable, que impide al muerto entrar en relaciones psíquicas
con los suyos, añadiendo que, por otro lado, el estado de tristeza de los vivos
ejerce una influencia deplorable sobre las condiciones espirituales en que se
encuentra el recién desencarnado.
Estas afirmaciones adquieren importancia por
el hecho de que muchos otros Espíritus han afirmado la misma cosa. Somos de
este modo llevados a reflexionar seriamente sobre la advertencia que nos llega
del más allá, sobre todo si consideramos que las afirmaciones de esos Espíritus
están perfectamente de acuerdo con las conclusiones de los sabios, según las
cuales todo lo que existe y se manifiesta en el universo físico y psíquico
puede reducirse, en último análisis, a un fenómeno de “vibraciones”.
Siendo así, hay que convenir en que es
verosímil, e incluso inevitable, que las vibraciones inherentes a un estado de
alma de gran dolor, sean penosas para un Espíritu que hace poco se liberó del
cuerpo carnal y le impiden entrar en relación psíquica con los suyos,
reteniéndolo en el medio terrestre, mientras esas vibraciones persistan.
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
Desde Venezuela
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